Tras dos meses del inicio de mi andadura empresarial con Helados El extraño en Wasilla, una ciudad de unos 500 habitantes (cero más, cero menos), entendí que ese negocio no tenía futuro. Los empresarios como yo tenemos un olfato especial para este tipo de cosas; podemos reconocer más rápidamente que una persona normal si una idea va a funcionar o no. Y digo más rápidamente que una persona normal no porque nosotros los empresarios seamos subnormales, sino porque somos supernormales; una nueva clase de superhéroes. Pero esto es otra historia.
La verdad es que nunca tuve gran confianza en Helados El extraño. Sobre todo cuando, tras vender mi primera tarrina a un niño a las tres semanas de haber abierto la heladería y provocarle una hipotermia que a punto estuvo de quitarle la vida, la policía intentó cerrar el negocio. Después de aquel incidente tuve que cambiar el nombre a la heladería y dejarme bigote, ya que el negocio se había ganado una mala fama y los padres del chico habían contratado a unos sicarios para matarme. La heladería pasó a llamarse Helados Desconocido y yo pasé a llamarme Rudolf. Lamentablemente no vendí nada el primer mes, y fue entonces cuando decidí cambiar mi idea de negocio.
Empecé por ello a ofrecer también chocolate con churros. Al principio lo vendía siempre junto con un helado para potenciar a la vez las ventas de mis dos productos, pero al ver que los Wasillenses ni siquiera probaban el helado acabé por dedicarme únicamente al chocolate con churros. Las ventas crecían sin parar. Monté una cadena de heladerías en las que solo se vendian churros con chocolate. En Alaska llegaron a ser un total de dos.
Tras aquel éxito rotundo decidí ampliar fronteras y llevé Helados Desconocido a Hawaii, donde vivía un amigo mío que había conocido chateando cinco minutos a través de internet. Llamé a mi negocio Churrería Desconocida, ya que churros era lo único que se vendía. Sin embargo pronto descubrí para mi sorpresa que, por una extraña razón que todavía desconozco, los Hawaiianos no consumen churros con chocolate. Pasados dos meses decidí arriesgar una vez más y probar en Hawaii mi idea de negocio original: vender helados. Esto me dio un gran éxito.
Sin embargo, un día pensé que mi vida no tenía sentido. Estaba vendiendo churros con chocolate en una heladería de Alaska y helados en una churrería en Hawaii. Ahora además la gente se reía de mi por mi nombre, Rudolf, que por otra parte era el nombre que siempre había soñado tener. Decidí vender mi cadena multinacional y todos sus eslabones (un total de tres) a través de eBay y con el dinero que recibí me compré un nuevo teléfono y comencé a intentar ganar dinero en esos programas nocturnos tan de moda ahora pero que antes ni siquiera existían.
[este Post está relacionado con: Big Fish]